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Un romántico

En muchas tribus indígenas, llega un día en el cual los niños dejan de juguetear felices en taparrabos por la jungla cual Mowgli en el libro de la selva para someterse a una dura prueba que cambiará para siempre sus parámetros de vida.
El inocente niño se transforma en un hombre. El ciclo de la vida...

En la cultura occidental también tenemos ese... digámosle ‘ritual de iniciación al mundo real’. Ese día en el que la mayoría despierta su instinto reproductivo: el día que vemos American Pie.

Me gustaría evitar en este ensayo la clásica descripción simplista de la experiencia, donde se relatan las diferentes anécdotas, condiciones y lugares donde se suele ejecutar el ritual. Así como la inútil descripción de los personajes propios de la película para pasar directamente a la parte didáctica de la obra y las consecuencias que conlleva.

Dejando a un lado aquellos seres de evolución retrasada que tan solo serán capaces de cambiar su rango social de ‘mocoso’ por el de ‘mocoso con granos’. El largometraje está concebido para inculcar una cierta enseñanza en cada individuo.

Así pues, una vez finalizado el film se produce un antes y un después en la forma de entender la vida para cada observador.
Un colapso de ideas en nuestro interior que provoca ‘la gran explosión’. ‘El Big Bang sexual y espiritual’.
Es un momento crucial en el desarrollo del ser humano, pues a partir de ese instante cada uno definirá su personalidad adulta a partir de la interpretación del mensaje contenido en dicho filme.

Algunos pensarán que la película únicamente intenta despertar el instinto más básico del hombre: el sexo, y efectivamente estarán en lo cierto. Pero el efecto que este acontecimiento provoca puede ser muy diferente dependiendo de cada uno.

De esta forma, parte de la población solo es capaz de interpretar dicho mensaje ‘sexual’ a partir de ese primario ‘tetas y culos’ implícito en cada frase, en cada pensamiento de los protagonistas, ese sueño adolescente de ‘pasármelas todas por la piedra’.
Un mensaje totalmente superficial que cegará a estos en la senda equivocada de la vida impidiéndoles ver ‘el otro camino’.
Una interpretación propia de ‘chulitos de la última fila de clase’, que diseñarán un proyecto de vida a corto plazo, en el cual los triunfos y la popularidad rápidamente los ascenderán a los peldaños más altos de la escala social. Utilizarán métodos chulescos y primarios, lucirán peinados macarras y cicatrices de peleas, y sobretodo cosecharán grandes victorias entre el sexo femenino durante su etapa dorada.

Con el paso del tiempo aquel chulito adolescente irá añadiendo elementos más sofisticados a su personalidad: una Aprillia a los dieciséis, un coche tuneado a los dieciocho, un tribal en la espalda, un torso curtido en los mejores gimnasios...

Pero llegará un día en el que una extraña secuencia de sucesos le abrirá los ojos y descubrirá que su universo basado en la apariencia y lo material cae derrotado ante una fuerza mayor.

De pronto llega el momento en el cual aquellas niñas adolescentes que idolatraban macarras de barrio por su depilado y esbelto torso cambian sorprendentemente de criterio y comienzan a fijarse en un tipo solitario de aspecto desaliñado que camina cabizbajo por el barrio.
Un chico poco sofisticado exteriormente, feucho y sin alardes materiales, pero que posee grandes conocimientos, que sobretodo posee un aura misteriosa que las atrae.
Un tipo que cultivaba su alma y su mente mientras aquel macarra desarrollaba su cuerpo.
Un tipo de principios morales capaz de mantener conversaciones fluidas que pone en peligro la hegemonía de aquel subconjunto de espartanos que interpretaron erróneamente American Pie.

El inesperado éxito de aquel chico reside en que no se quedó simplemente con la información superficial, no tuvo prisa ni afán por la popularidad, no interpretó el film de forma primaria. Perseveró en el espíritu y en el sentimiento.

Un hombre que esperó paciente el día en el que la vida fuera justa con los justos.
Un romántico.

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